viernes, 20 de noviembre de 2009

Argumentaciones y contrargumentaciones


La calidad del discurso es proporcional a la del pensamiento;
lo cual algo tendrá que ver con la inteligencia.


Yo nunca he posicionado en un lugar especial a cualquier premiecillo Nobel (cuando, en determinado momento, los que se postularon para este magnánimo premio de la paz fueron: la FIFA, Bono y Bush; bueno, eso nos tiene que poner a pensar). Pero regresando, mucho menos he de privilegiar a un Nobel que se hace llamar de economía y que ni siquiera entraba dentro de la conciencia de culpa de ese tal Alfred Nobel que decidió callarla otorgando parte de su fortuna a la investigación científica. Dicho sea de paso, en la Jornada el 18 de octubre salió un artículo de Marcos Roitman muy ilustrativo acerca de este respecto.

Pero bueno, el hecho de no otorgarle un lugar especial a esos premiados, no exige no escucharlos y, mucho menos, no hacerlo atentamente. Ese tal Stiglitz, del que reconozco no saber nada más allá de las declaraciones a las que haré mención, nos ilustró con su juicio especialista al decir que fue pésimo (sic) el manejo de la crisis en México. Bueno, no sé ustedes, pero yo no necesito tener un premio Nobel para llegar a la misma conclusión; sí para hacerme escuchar, pero esa es otra cosa. Los argumentos que están en la base de esta aseveración creo que son bien conocidos: el desempleo que llega a cifra record, la pobreza que aumenta más en México que en América Latina, el alza al IVA y esas nimiedades (como el ISR), etcétera.

Lo interesante viene ahora cuando un gordito cachetón intenta, con argumentos magistrales, desmentir lo dicho por el galardonado. Es interesante puesto que, en primer lugar, el susodicho hombrecillo de más de cien kilos de inteligencia auguró, con un poder solamente comparable con el de Walter Mercado, que la crisis era un pequeño resfriado... mortal, como la conjunción de pobreza, insalubridad, desfachatez y falta de previsión que lograron que muchos mexicanos decidieran morirse de gripe. Se me podría objetar que nadie, salvo el buen Walter, puede prever el futuro; pero bueno, existe algo que se llama estrategia y previsión y, se supone, que los dirigentes deben de estar bien entrenados y amaestrados en el arte de gobernar y por lo menos estar un paso delante de la ciudadanía. Cualquiera que juegue ajedrez sabrá que estar un paso adelante es jugar como un imberbe. Entonces, no es disculpa su estupidez, o mejor dicho, su falta de preparación; si eso se argumenta, que deje su puesto a alguna persona que por lo menos tenga más grasa en el cerebro que en la cintura.

Estas declaraciones tuvieron un eco como sólo puede oírse en el amor de la ninfa al desdichado, puesto que las dos voces autorizadas pertenecen a esa orden religiosa llamada Instituto Tecnológico Autónomo de no sé que más, eco que me sorprendió por el manejo tan fino y delicado del lenguaje. Esas argumentaciones son tan dignas de oblación como las de aquella señora que no escatima en cosméticos y que nos dijo, a nosotros, alumnos de la UNAM, que siempre había algo de grasita (sic), ahí junto al hueso, de la que podíamos prescindir. Pero bueno, el sobrepeso de la Miss no se debe de mencionar... ni su mal gusto, la misma Gabrielle Bonheur se hubiera arrepentido de diseñar lo que hizo.

Todas estas argumentaciones y contrargumentaciones que esgrimen como plegarias me hacen tristemente extrañar el cinismo de ese “ni los veo, ni los oigo”; en donde, por lo menos, se podía leer inteligencia en el discurso.

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