Simplemente lo mejor que haya visto hasta la fecha en lo que respecta a danza contemporánea. Esta compañía australiana evolucionó mi concepción de este arte. Utilizan el cuerpo, sí, y lo hacen de forma brillante; pero el aderezo electrónico que agregan catapulta su espectáculo a otro nivel. Ya no es simplemente danza, es algo más. Sonidos, imágenes, cuerpos, todo electrónico (aunque sea de carne y hueso y tenga que morir algún día). La música es impresionante (cómo no, si Ben Frost estuvo detrás), los visuales trabajados en vivo se sincronizan a la perfección, las luces del final amplían las tres dimensiones del escenario a todo el teatro; uno se interna en otro mundo de porciones entrecortadas y movimientos duales: luz y oscuridad, sombras, locura y estabilización, soledad y enajenación, ruido, música y silencio, choques eléctricos, carne emplastada, estallidos y beats.
No pensé que otro espectáculo del Festival del Centro Histórico rivalizara con Don Giovanni, Mortal Engine se presenta como un digno referente: más contemporáneo, más electrónico.
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